El 2013 fue otro año de bodas. Raúl, primero, e Iván, después. Dos veteranos, que en un día tan especial estuvieron acompañados de una representación del club; o quizá sea más apropiado decir que ciertos representantes del club se aprovecharon de dos bodas, para pasar sendos días inolvidables.
Tras la despedida de soltero conjunta, en tierras riojanas (ver: Noche loca en Logroño (1), Loca noche en Logroño (2), Resaca en Logroño (3)), apenas concebíamos alguna esperanza de que también la boda la realizasen al mismo tiempo; y en efecto, no fue así. Primero se casaron Raúl y Estíbaliz, que nos obsequiaron con unas nupcias que transcurrieron entre sorpresas varias. No debía haberme chocado que, precisamente la boda de Raúl fuese diferente. Aquel 15 de junio comenzó para nosotros en la Basílica, continuó en la Basílica, y prácticamente se perpetuó en la Basílica, en la misa de boda más extensa a la que he asistido. Al ver al fin la luz del sol, en aquel día nublado, los comentarios giraron en torno al extenso y curioso sermón del sacerdote, aunque pronto, en cuanto salieron los novios, nos percatamos de que los verdaderos protagonistas del día eran ellos. Y en seguida, también, entendimos que lo acontecido dentro de la iglesia no sería la única anécdota de este enlace.
El entorno del banquete, la música con la que recibimos a la pareja feliz, las viandas, los obsequios posteriores, el montaje fotográfico retro, los cubatas y el baile (por orden de importancia, en base al espíritu del club), las chuches... Todo un dispendio de sorpresas, anécdotas y momentos simpáticos, sobre los que no me extenderé, porque quedaron reflejados en su día en el blog Autopista de incertidumbres (ver, desde: Una boda que es buena y nos vale (1)). Sin embargo, desde la perspectiva temporal, lo que más destacaría, de aquel día tan agradable, fue la actitud aparentemente desenvuelta, tranquila y risueña con la que Estíbaliz y Raúl se tomaron todo aquello. Por momentos, en vez de los novios, parecían unos invitados más.
La boda de Iván y Nuria resultó más clásica, aunque con algunas sorpresas también, como el recibimiento musical en el banquete. Más clásica fue la fecha del enlace, un 3 de agosto. También, el lanzamiento de arroz tras la misa, acción ya por entonces en vía de extinción. Un clásico, el Hotel Abando. Clásico, el ponerse hasta las..., con la comida, o con la bebida. Habitual el baile posterior, aunque también imprevisible. Y clásicas, así mismo, las variopintas situaciones surgidas durante el crepúsculo, en las que la desinhibición suele ser protagonista. La "biblia" de Alex, por ejemplo, fue uno de los instrumentos para confirmarlo.
Mas entre tanto ajetreo, diversión, o desvarío, fue la gran emotividad del enlace lo que más me llamó la atención de aquel día. Como ya comenté en su momento en el blog Reinventando esperanzas (ver, desde: La boda del gran capitán (1)), la alegría de esta pareja, el ver disfrutar al capitán, protagonista aquel día, y aparcar los problemas, los sinsabores diarios para dedicarse a algo más productivo, que es tratar de ser feliz, me pareció un premio merecido para Iván, todo un clásico del club.
Eso sí, en un día tan señalado, y con tanto público, me resultó criticable, e incomprensible, que Iván no tuviese a bien contarnos el chiste de Supertomate.
La boda de Iván y Nuria resultó más clásica, aunque con algunas sorpresas también, como el recibimiento musical en el banquete. Más clásica fue la fecha del enlace, un 3 de agosto. También, el lanzamiento de arroz tras la misa, acción ya por entonces en vía de extinción. Un clásico, el Hotel Abando. Clásico, el ponerse hasta las..., con la comida, o con la bebida. Habitual el baile posterior, aunque también imprevisible. Y clásicas, así mismo, las variopintas situaciones surgidas durante el crepúsculo, en las que la desinhibición suele ser protagonista. La "biblia" de Alex, por ejemplo, fue uno de los instrumentos para confirmarlo.
Mas entre tanto ajetreo, diversión, o desvarío, fue la gran emotividad del enlace lo que más me llamó la atención de aquel día. Como ya comenté en su momento en el blog Reinventando esperanzas (ver, desde: La boda del gran capitán (1)), la alegría de esta pareja, el ver disfrutar al capitán, protagonista aquel día, y aparcar los problemas, los sinsabores diarios para dedicarse a algo más productivo, que es tratar de ser feliz, me pareció un premio merecido para Iván, todo un clásico del club.
Eso sí, en un día tan señalado, y con tanto público, me resultó criticable, e incomprensible, que Iván no tuviese a bien contarnos el chiste de Supertomate.
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