Recuerdos fugaces (5)

 

(9-5-2008). Ángel, más conocido como el padre de Manu, ha sido uno de los más fieles seguidores de nuestros partidos, durante muchos años. Su presencia en la cancha donde jugásemos, ya fuera en casa o en otro lugar, se hizo tan habitual que me resultaba extraño el encuentro al que no asistía, al igual que me sorprendía cuando no recriminaba alguna cosa a su hijo al acabar el partido. Seguramente ha sido el más crítico con uno de nuestros mejores jugadores, pero así es Ángel.

Quizá el mejor ejemplo de su popularidad entre los jugadores, y también entre los demás aficionados, fue que ganó un Supertomate, en 2005. Él, Patxi, y Samuel, son los únicos en conseguir alguno de los galardones anuales del club, sin ser miembro del mismo; y el único ganador de un premio de la afición, sin ser jugador.

Pero no solo resultaba agradable su presencia en los partidos, sino también sus valoraciones críticas. En diversas ocasiones me he acercado a él para escucharle, y para, a través de sus palabras, contemplar el partido desde otra perspectiva.

Ángel no solo es uno de los aficionados más queridos que han pasado por Parque, sino que es también parte de la historia de este club.

 

 

 

(23-5-2010). Hay recuerdos difíciles de olvidar, como el del partido en el campo de Boskozaleak, con el que cerramos aquella temporada. Llegamos al campo conociendo el resultado del partido previo de Colegio de Abogados, y con la decepción de saber que ya no era posible ser campeón de la categoría. Aunque en primera instancia luchar por quedar subcampeones se nos antojaba un objetivo baladí, la decepción al perder en el campo de Boskozaleak fue mayúscula. Y es que fue muy difícil digerir la derrota contra un equipo aparentemente de menos nivel que el nuestro, escapándose así la gran oportunidad para lograr la mejor clasificación nunca obtenida en el club.

El ritmo de juego que al equipo local le convenía, los contactos a que era sometido Iñigo (y no sancionados), y principalmente, una mala dirección desde el banquillo, propiciada sobre todo por el empecinamiento en que algunos jugadores contaran con numerosos minutos de juego, fueron causas de un descalabro que denominé "el boskosazo".